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—173— llevo ya en este dulce retiro del claus- tro, gozando de una paz consoladora y de una alegría santa, interrumpida rara vez por los azares de la vida ó por las vicisitudes del mundo; pero nunca he visto turbada mi paz, ni ape- nada mi alma, hasta estos dias en que he sabido tus ingratitudes para con Dios, y esa tu mudanza que ha entris- tecido á los ángeles y escandalizado á las almas buenas.Válgame Dios, Inés! Dónde están aquellos dias en que tú venias aquí á consultarme tu vocacion? Dónde ia promesa que hiciste ante la Inmaculada de ser toda y siempre de su Hijo? Dónde aquel juramento so- lemne de no tener en la tierra más esposo que Jesucristo? Ay de mí! planté en mi jardin un arbolito hétmo- so, con el designio de consagrar sus flores y sus frutos al Creador de todo; y veo ahora muerto ese árbol, y pró- ee e á ser devorado por las béstias del campo! Regaba yo con esmero un blanco lirio, una mata de azucenas, para depositar sus flores en «nanos del Esposo de las Vírgenes, y veo, e » y e dio a % > Ed ña le a, a A E E ; E P . P eN ; e or y *— pa ón AS st Ñ ke + A A o TN KE a Me > TE e E 5 5 , . , - 4" e 0 qe la :

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