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sándome podria hacer muchísimo bien, porque seria dueña de mi perso- na y de grandes riquezas?... Jesús! aña- dió: Ave Maria purísima! Yo casarme? no, no! Qué diria Mamá? qué diria el mundo? -No vayas á creer, cándido lector, que estas últimas palabras se las ins- piró el gusanillo de la conciencia, por- que no es así; que este se habia ence- rrado en su capullo como gusano de seda, Otro bicho que ella tenia en su cabeza, veleidoso y liviano como una mariposa, era el que solia ponerse en contestaciones con ella. Esta nueva mariposa era un reclamo del demonio Óó poco menos; porque al ver los aspa- vientos de Inés á la primera idea de casorio, comenzó á decirle con mucha dulzura. Cásate, mujer, y no seas ton- ta. No ves que por todas partes te rodean necios amadores? No ves “hs miradas de lascivo fuego que unos y otros te dirigen? Y no te parece in- digno de tí estar inspirando torpes de- seos á esa juventud masculina que te

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