BCCPAM000432-1-30000000000000

—Si se las ofreciera Concepcion, que es más buena que yo, le interrum- pió Inés que ni siquiera sospechaba las intenciones de José. Este se vió corta- do cuando estaba á punto de hacer su declaracion, y el rubor tiñó de car- min sus blancas mejillas. Concepcion que oyó la alabanza de su amiga, he- rida en su humildad trató de disimular como si nada oyera, y cantando por lo bajo se retiró hacia el rincon de las da- lias donde se puso á cortar las que ne- cesitaba para el ramo. Viendo tan bella ocasion, hizo José el último esfuerzo, y sin atreverse á mirar á Inés, por el respeto que esta le infundía, teniendo sus ojos fijos en el ramito de azucenas que tenia en sus manos, entabló con ella este diálogo que 1énó de júbilo álosángelesque lo escucharon. —Inés, tengo que revelar á usted un secreto, y para ello cuento con el permiso de su Padre. —Pronto, pronto, José; ¿será usted acaso el dichoso mortal que me trae la buena nueva de mi redencion? ¿Me a DA a

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz