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novelas han llegado á ser en nuestros tiempos un arma poderosa de comba- te. Es verdad que se ha escrito mucho en pró y en contra de ellas, y es inne- gable que son inmensos los estragos que han producido en la sociedad, co- rrompiendo las cosfumbres, extravian- do las inteligencias y pervirtiendo los corazones; pero debemos confesar que el mal no está en las novelas, sino en el abuso que han hecho de ellas los escritorzuelos impíos» y de baja ralea. Las armas son buenas en sí mismas, porque se hicieron para emplearlas en la defensa de buenas causas: el mal es- tá en que cuatro malvados abusen de ellas empleándolas en tiranizar al débil ó en quitar cobardemente la vida al pobre indefenso. Otro tanto sucede con lasónovelas. Y lo que me admira en este punto es que siendo ellas como son armas de combate, no hayan hecho más uso de ellas los defensores de la fé y de la verdad, esgrimiéndolas contra el ene- migo que en ese terreno nos hace la más cruda guerra. Por eso no tengo:

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