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A A o compañía de su amiga. El único que recelaba ir era José, porque le habian contado tantas cosas de Inés, que co- mo amante apasionado llegó á sospe- char si algun pícaro sacristan la habria engañado con sus apariencias místicas para meterla en un convento; y des- pechado con este pensamiento, inte- riormente llamaba á Inés sin pensarlo tonta, necia, ingrata y escéntrica; pero cuando lo notaba, volvia sobre sí, re- prendíase con viveza, y la adoraba de nuevo como al ángel de sus sueños y á la compañera de su vida. Fluctuan- do pues, entre el temor y la esperan- za tuvo que marchar con todos; pero dispuesto á ser muy reservado hasta que observara y espiara con toda di!i- gencittá Inés, á ver” si sorprendia en ella algun síntoma ó señal de lo que temia. Apenas llevaba en la quinta cuatro dias, cuando las virtudes de Inés le llamaron la atencion sobrema- nera. Su espiritu observador escudri- ñaba con atencion todas las acciones de Inés, sus móviles y sus fines más ocultos, y al descubrir en ella cada dia PT? a a 4

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