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—107— sebullirse en su rincon, al oir una voz estraña; y la buena mujer empezóá decir: Mi padre sigue mejor; pero ay Señorita! estoy afligidísima y no sé lo que me pasa. Esta mañana ha estado aquí el administrador de la casa, y me ha dicho que si no pagamos los dos meses que debemos, nos echarán de aquí á últimos del mes: y como no pue- do dejar solo á mi padre con estos chi- cos para ir á la costura, no puedo ga- narme una peseta como antes para pa- gar. Y lo que mas penas me causa es que mi pobre padre y mis hijos se mueren*de frio, porque he tenido que empeñar algunas piezas de ropa para no morirnos de hambre. Y al decir es- to, la pobre mujer se tapó el rostro con el delantal para ocultar la pgna, el rubor y las lágrimas que ple sus ojos. Inés derramando tambien una lagri- ma, no sabemos si de compasion ó de júbilo santo, depositó en manos de la desconsolada viuda los diez duros envueltos en un papel, diciendo. Con eso hay para salir ahora de apuros: A A Ea - ñ e E 4 Ñ 5 1 E e ' a. qe A as % Plli o mi. AAA A AA ET , e.

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