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do caminaba para Belen. Un criado llevaba en dos grandes cestas abun- dante provision para aquellos dias, y ella se habia reservado el dinero y al- gunos dulces para sus favorecidos. Poco rato despuesentraban aquellos tres ángeles de paz en una habitacion estrecha y oscura. Un anciano yacia tendido en una dura cama formada con dos bancos, tres tablas y un jer- gon de pajas: una mujer de mediana edad estaba sentada al pie del lecho pensativa y meditabunda; y dos chicos dormian en un rincon sobre un mon- ton de ropa vieja. Al abrirse la puerta se puso de pies la pobre mujer, y ofre- ció su silla respetuosamente á las dos aristocráticas señoritas, diciendo al mi tiempo: Inés, otra vez por aquí? Válgame Dios y que buena es usted, Señorita! -— Vamos, repuso ella, cómo está su padre? le han traido las medicinas? ha mejorado algo? Vaya cuénteme usted todos sus apuros y trabajos. El ancia- -no lanzó á las dos jóvenes una mirada de gratitud: los chicos comenzaron á Ls » E A pá pa P

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