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se trata de dar una limosna á su hija, sino de contribuir por su medio al so- corro de una familia. Cuantas veces nos gastamos un duro en una tontería sin tener el sublime pensamiento de esta criatural El magistrado siguió el ejemplo del sacerdote, tirando sobre la mesa otro duro, y las señoras le siguieron des- pues. Yo tambien quiero poner! grita- ba Fernandin. Yo tambien pondría, pero no tengo, decia Carmen á tiem- po que Inés se levantaba para dar un beso á su hermanito; y con esa indus- tria, sólo conocida de la caridad ver- dadera, dirigióse á los dos diciendo: Todos podemos poner, si acudimos al tesoro del sacrificio, privándonos por amor del Niño Jesus de juguetes y ton- terías para socorrer á los pobres. De ja tú el tambor, y Carmen el reloj. y verás cómo tienes dineros para hacer limosnas. —Bueno, renuncio el tambor,—de- cia el chico, — pero me dejarás tocarlo encima de la mesa. Pues yaj no re- nuncio á mi reloj, dijo la otra; pero ¿e ds E > A ; , £ ; e g A. a Ts 7 P An s A E A A AAA A d ct ] £ 8 od

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