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—Los que tú quieras, pichoncito, le contestó Agustin, pasándole la mano por la cara. —Pues yo quiero un tambor gordo, muy gordo, y un caballito grande, muy grande. e —-Si eres bueno, ya verás como te eds lo compro. —Y á mí me tiene V. que regalar reloj de oro, saltó Carmen con mu- Jaenergía: Caramba! tanto tiempo lo tiene prometido y aún no Ma comprado. 'eno! tambien tú tendrás reloj, padre en tono placentero; y dose á las otras añadió: y las ho un pesueño suspiro, parecidoá los que de E dá una persona que se siente fatigada 56 del trabajo, levantó sus hermosos ojos, 0 yy pasando una rápida mirada por la tertulia, los volvió á fijar en la rosa que estaba haciendo sin decir palabra quieres nada? landos me vas á dar estas pascuas? Her Iistas no me piden nada? Inés dió --—Vamos,— insistió Agustin, —tú no Las megillas de Inés “tomaron un '
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