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2 do le tragese una Cuerda, para tener: alli prevenida su mortaja; por ser costumbre en. tre nosotros labar, y vestir de limpio los, Caz daveres. Aun con todos estos antecedentes, y Ja enfermedad, que no cedía, nadie temia tan proxima la muerte, sino el, que la deseaba por instantes. Por esto 2 algunos, que le pres guntaban, si se le ofrecia alguna cosa, res pondia lleno de humildad , y de alegria las siguientes palabras: ,, nada se me ofrece mas », de que V. C. me encomiende 4 Dios. Ya »» está. todo hecho; alli tengo el Habito, y la ,, Cuerda, “En aquel mismo dia vispera- de su muerte entró 4 visitarlo un Religioso Me- nor, y fue tan terrible el discurso, que le hizo del juicio de Dios nuestro Señor, y -de WN. S. P. San Francisco sobre la guarda de la pobreza prometida al pie de los Altares, que todo atonito el Religioso, quedó confunx dido de las faltas, que advertia en su con< ciericia eontra esta preciosa virtud, y enceny dido para emprender la mas rigorosa practi- ca de-ella: En fin continuó nuestro enfermo hasta-las oncé, y media de la noche: en esta hora conoció, y sintió, que la sangre volvia a
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