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uv gloria de su naturaleza divina, Maria interpone su media- cion, pidiendo una gracia para sus amigos, (1) pues no pa- rece sino que como Madre esta penetrando los sentimientos del corazon de su Hijo, que es todo amor y caridad. Y {Quién no se pasma al contemplar lo que pasa entonces en- tre el Hijo y la Madre? Maria ruega 4 Jesus, y sin negar- se este, da un testimonio solemne de que no por mitas de carne y de sangre, sino por decreto de su Padre y suyo, va 4 llegar la hora que é1 habia previsto desde: la eternidad para manifestar al mundo su poder todo divino, y la tierna solicitud de su madre. No comprenden los circunstantes aquel lenguaje divino con el cual parece que Jesus se desen- tiende de la que lo engendré: (2) pero bien lo ha compren- dido Maria, que llena de esperanza, de suayidad y dulgura, se vuelve 4 sus patrocinados, diciéndoles: «haced cuanto ox diga mi Hijo (3). Tal eva la esperanza de Maria, dada al mundo por mo- delo. Pero ;La imitamos nosotros en esta virtud que es como la fé la base de Ja vida cristiana y el principio de la salud eterna? Dios que es bondad infinita, infalible en sus pro- mesas, y omnipotente para realizarlas, nos dice que no es- peremos en los hombres porque Ja esperanza del _impto es como la pluma que Ueva el viento: (4) y nosotros, 4 pesar de ver cada dia frustradas nuestras esperanzas mundanas, no que- remos persuadirnos de que ha de llegar infaliblemente lo que Dios promete. ;Ah! El cristiano debe distar infinitamente de los hijos del siglo, los cuales desesperando se entregaron (1) Joam. Cap. 2. vy. 3. (2) Divina facturus non divinitatis sed infirmitatis matrem velut incognitam repellebat. (Div. Aug. tract. 119. in Joan.) (2) Quodcumque dixerit vobis facite. (Joan. Cap. 2. v. 5.) (4) Sap. cap. 5, v. 15.
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