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la ley que la. manda unirse como. esposa al descendiente de la casa de David 4 fia de q ue conserve 4 la posteridad t tan ilustre prosapia, Maria cede con humilde reesignacion, espe- rando firmemente que -aquel Dios que da ha inspirado |el. pensamiezto de ofrecerle su cwerpo en holocausto virginal, la _proporcionars en el esposo terreno un custodio de su pu- dor, un testigo de su virginidad, y un compaiiero fiel, en euyo corazon inspire los mismos deseos, para vivir ambos entre las azucenas y lirigs que tanto deleitan al esposo de las almas castas. Con esta esperanza da Marfa su mano a] _ esposo terreno, y al poco de haherlo hecho no solo ve cum- - plidas sus aspiraciones, (1) sino que se encuentra elevada a ser Ia madre de Dios y la reina delas Virgenes. jPodrémos acaso comprender el modo admirable con que Maria ejer- cité esta virtud desde que concibiden su casto seno al Hijo de Dios, hasta que ‘este subid ‘triunfante al cielo ? _jAh! Desde aquel momento en que, & pesar de manifestarse ya su. santa gravidez, y de no estar informado su esposo de. su origen divino, Marfa no quiso descubrir Ja sublimidad de su. maternidad, dejandolo todo al cuidado de su Hijo, hasta aquel en que con sus propias manos encerraba en un sepul- cro al mismo Hijo, que esperaba ver glorioso y triunfante_ pocas horas despues, hay un trayecto tan grande que recor- rer, que nadie puede medirlo sino su propio Hijo que la - acompatié. ;Qué serenidad en los combates de las trib ciones! jQué ° certeza é inmobilidad en sus pensamientos! {Qué union tan intima con los decretos y designios de su Hijo! Cuando Iega el momento de querer Jesus mostrar la (1) Habuit Joseph cum Maria communem yirgieeer: (Div. Aug. Serm 28. de temp. eet

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