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—61— Asi, cuando llegé el momento de cumplirse el misterio de la reconciliacion del cielo con la tierra, y el embajador ce- lestial manifest6 & Marfa que era ella precisamente aque- lla bendita entre todas las mugeres que estaba destinada para concebir y parir al Santo, al Hijo del altisimo, (1) era tan grande su fé, que no titubed. en creer las cosas mas asombrosas, que Dios la declaraba. jO arcanos impenetra- ble, 6 grandeza de la fé de Maria! No solamente cree, que siendo ella Virgen, juntamente ha de ser madre, y que ha de dar 4 luz & su Hijo, quedando siempre Virgen, sino que siendo ella 4 su parecer la criatura mas baja del mundo, eree que va 4 encerrar dentro de si al altisimo: siendo limi- tada, va 4 contener al inmenso; siendo criatura, ya 4 dar vida 4 su Criador, y siendo una sierva va 4 ensalzar 4 su Seiior, dandole un nuevo ser en el cual ser4 glorificado; y consintiendo en que el Espiritu Santo venga sobre ella, y que el Verbo eterno se haga carne, har& que Dios sea hom- bre, el hombre sea Dios, el inmortal pueda morir, y el im- pasible padecer. Tantos misterios como estos no abruman el alma de Maria, pues sabe que nada hay imposible para Dios, y con esta fé engendra 4 su Hijo (2). Y si hasta este momento se estreché tan intimamente la union del Corazon de Maria con el Padre celestial por me- dio de la fé. ;Quién podré medir sus progresos al tratar con la confianza de una madre al Dios escondido bajo ‘el ve- lo de la carne? ;Con qué fé coloca en un tosco pesebre al que crié la tierra y adorné los cielos! ;Con qué fé eseonde (1) Luce. cap. 1. vy. 32. (1) . Maria Virgo fide concepit: nec mireris, quia fide ejus mediante” unitum est Verbum carni. (D. Bernard. Serm. 2. in Nativ Dom,
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