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* rebosan de ella por la plenitud que le da la presencia del Espiritu Santo. (1) Pero importa mucho fijar nuestra aten- cion en otra verdad, y es que tambien nuestros corazones son templo de Dios vivo, donde habita el Sefior cuando estamos en su gracia y amistad. (2) Mas ;Procuramos con- ‘servarnos puros y limpios de la corrupcion del siglo? ;N6 _ hay en nosotros algun {dolo de vanidad, de deseos carnales, _ de apetito de gloria mundana, 6 de buscar mas nuestra gloria que la de Dios? ;Ah! Sepamos que en nuestro cora- zon no puede haber division: si entra Dios, se yan los va- nos simulacros del mundo: si pretendemos que, quede un solo idolo de pecado, por pequeiio que nos ‘parezca, no pue- de tomar posesion de nosotros el Dios fuerte | y celoso de su gloria. Arrogemos pues de nosotros | © sea del des- _agrado divino,y digamos con humildad al Selior que ven- ga 4 honrarnos con su morada, hospeddndose en nuestros corazones como en su propia casa. (3) MAXIMAS. No sufre la naturaleza del bien habitar en un mismo parage con el mal: siendo Dios el bien sumo, no es posible que viva junto con el pecado: por eso apenas los Filistuos colocaron en su templo el area del testamento, eay6 hecho pedazos el Dios falso que adoraban. (4) Si — almas ql ) Omnibus misericordig sinum aperit, ut de dine ejus ac- eipiant universi. (D. Bernard. de Verb. Apoe. cap. } (2) Vos enim estis templum, Dei vivi. (2° Cor. cap. 6. y. 16.) (8) Domine, si inveni gratiam in oculis ~arege Bo apasgten sefyus: tuum. (Genes. cap. 18. v. 8) (4) 1° Reg. cap. 5. y. 3. (>

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