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ais tual 4 cuantos tengan la dicha de ser santificados por su gracia (1). jOh deplorable suerte la del mundo en no querer tener parte en las fiinezas del amor divino! ;Oh incomprensible dureza la de los hombres regenerados en la sangre de Christo, en no dar oidos 4 las dulcisimas palabras, con que los lla- ma el Espiritu Santo! Se complace este Sejior en haber criado nuestras almas tan hermosas, como que las destinéd desde la eternidad para esposas suyas, y las convida 4 su amor representdndolas lo que él es, hermosura infinita, y fuente de toda felicidad, y lo que ellas son, espirituales 6 inmortales, y las invita 4 su trato y conversacion, 4 su amistad y union. Pero jcon qué carifio las habla? ;Con qué dulzura las quiere atraer 4 si? Paloma mia, dice 4 cada una, muestrame tu rostro; suene tu voz en mis oidos, porque tu voz es dulce y tu cara es hermosa (2). jO dicha del hombre! ;O dignacion de Dios! Pero hemos de saber que el esposo divino nos llama 4 verlo y unirnos con él en las conecavidades de la albarrada, es decir en la soledad y desapego de las cosas mundanas, y en los ahuge- ros de las piedras, es decir en las llagas de Jesus, sobre to- do en la de su sagrado corazon: pues all& encontrarémos el remedio de nuestros males, y el colmo de los consuelos es- pirituales: alla le representarémos nuestros geminos y llora- remos por haberle ofendido, nos abrasarémos en el fuego de su amor, y nuestra voz para el seré dulce si confesamgs nues- tras culpas, y conociendo nuestra miseria, le pedimos que nos mire con miseriesrdia. Exaniinemos por tanto el estado (1) Voces iste, voces letitim nostrm sunt, letitie Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. (Rupert Abb. in Cant. Lib. 8:°) (2) Cant. Cant. cap. 2. v. 14
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