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aaa ni dejé la tierra sin mandarla, que no fueran las espinas y abrojos que produce, un martirio que les causase de- sesperacion, sino un ejercicio de paciencia; ni pasé por los aires, sin reprimir la audacia de los espfritus malos, que andan por ellos para tentar al hombre; ni tocé 4 las nubes, sin dar antes 4 sus hijos que quedaron debajo de ellas, una bendicion que diera envidia aun 4 los mismos fngeles. El gozo que tuvo el Corazon de Marfa al resucitar glo- riosa y triunfante por virtud de su Hijo, y al sentarse & sz lado en el cielo, era mas que suficiente para hacer bor- » rar todo vestigié de cuantas amarguras habia pasado en la tierra. ;{Quédelicias tan embriagadoras! ;Qué grandezas tan inexplicables! ;Dejar este valle de lagrimas entre las melodias de los angeles! jLlegar al cielo entre las acla- maciones de los santos! ;Ir 4 sentarse en el trono de Dios! ;Entrar en el inmenso océano de su eterna luz, y recibir de la Beatisima Trinidad una corona triple, y un cetro, cuyo dominio se extienda al cielo, 4 la tierra y 4 los infiernos! ;Ah! Para dar un paso mas en esta cum- bre de grandeza y felicidad, en donde se halla Marfa, es preciso ser mas que criatura. Sin embargo, Marfa es Madre: y si la presencia de su Hijo glorioso, y la vista intuitiva de su esencia divina, la hacen olvidar las pe- nas pasadas, no se olvidaré jamds de los hijos desterra- dos por cuya causa las ha sufrido. Y en efecto, al sen- tarse Maria en el trono de gloria junto 4 su Hijo, acon- tecié la eseena mas tierna y amorosa, que han visto ja- mis los habitantes del cielo, y cuya ligera y remotisima sombra habia querido Dios delinear en la tierra. El ver-
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