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— 266. gerarquias humanas, hasta que llega al abismo mas {nfi- mo 4 donde ha podido tocar una pura eriatura; y la que. era madre de Dios, no acerté 4 darse otro nombre sino el de esclava del Sejior. (1) _ Al contemplar estos sentimientos del Corazon de Ma- ria, no podemos rfenos de avergonzarnos nosotros, que recibiendo de Dios favores seinejantes, no tenemos nin- guno que se les asemeje. Dios, al santificarnos con su gracia, nos hace participantes de su naturaleza, (2) cum- pliendo lo que su divino Hijo le pedia para cada uno de los eseogidos poco antes de morir, cuando le supli- caba que cada uno e.los fuese una sola cosa con él. y con su Padre por el vinculo de la caridad, asi como lo era él con su*Padre por esencia y naturaleza. (3) De manera que cada vez que Dios se une de este modo con el hombre, se efecttia en sentido mfstico una especie de encarnacion espiritual, pues viene Dios 4 unirse para siempre con el alma, sin que preten- da separarse jamis de ellla, 4 no ser que el mismo hom- bre rompa por la culpa ese vinculo de la caridad, por el cual se estrecha el justo con Dios, y hace por el amor un solo espfritu con él, [4] Entretanto, gcon qué indife- rencia no miramos. nosotros esta union inefable? gCon qué facilidad nos dejamos arrastrar del torrente . de la, corrupcion, en que yan ahogindose los mundanos, para (1) Luce. cap. 1. v. 88. (2) Ut per hee efficiumini diving consortes naturm. 2 Petr. cap. 1. v. 4. (8) Sicut tu Pater in me, et ego in te, ut et ipsi in nobis unum sint. Joan. cap. 17. ¥. 21. - (4) Qui adharet Domino, unus spiritus est, 12 Corinth cap. 4. v. 17,

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