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cant Ges medio de una redencion copiosa que su Madre incurrie- se en ella. Mas si Maria fué predestinada 4 amar 4 Dios, como Madré, nosotros lo faimos & hacerlo como herma- nos que el Padre Eterno adoptaba por hijos en la san- gre dé su propio Hijo, habiéndonos elegido enel mismo Hijo desde la eternidad, paige qué fuésemos santos y sin —mancha; y nos predestind para adoptarnos por hijos en Jesucristo (1) Y esta adopcion se ha cumplido en eada uno de nosotros desde el momento que recibimos la es- tola de la inocencia en el Bautismo, infundiéndosenos el Espiritu Santo. Mas ,Qué hemos hecho nosotros de esta gracia? 7Cétmo hemos correspondido al amor de Dios, 4 que estébamos predestinados? Hemos puesto nuestro corazon en los placeres, en las vanidades, y en las rique- zas terrenas, amando cuanto debiamos aborrecet, y solo dejando de amar 4 quien con su amor nos hace felices. jO ingratitud y ceguedad! Comprendamos pues que el amor divino nos obliga 4 corresponderlo: y sino pode- mos pagar con equivalencia este amor infinito, sepamos que el Sefior queda complacido con que le demos nues- tros corazones sin reserva. Hagaméslo asi 4 imitacion de la Madre del Amor Hermoso, y acudamos 4 su corazon - para hallar la gracia, sin la cual ni podemos empezar ni continuar ninguna obra buena, ni perseverar en el bien. ' te. (1) Ephes. Cap, 1. v. 4. et 5.
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