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— 128 — divina, de quien reconocen haber recibido todo bien. jAh! jQué enemigo podré vencer 4 una alma, que no sabe estar mas que en dos partes, 6 en la profundidad de su nada, 6 en la sublimidad dela bondad y omnipotencia divina? Fue- — ron estos los dos vértices, donde moraba el virginal corazon de la Virgen: y aunque conservara dentro de él como en un santuario tantas excelencias, sin conocerlas ella’ misma, y sin descubrirlas 4 Hadie por no haberlas examinado jamas, cuando llega el momento de manifestarse ellas por si mis- mas, 6 de declarfirselas el que las aprendiera de los labios del mismo dador de todo bien, dice Marfa palabras tan can- dorosas y exhala su alma sentimientos tan humildes, que se echa de ver que, ‘siendo lo mas grande que hay despues de Dios, se ercia ella lo mas infimo dela creacion; y al de cirla un dngel que no era asi, pues era la bendita entre todas las mugeres, ella contesta que no es sinqla esclava del Sefior. ee oe En efecto,habia pasado Maria Santisima quince ailos. en la contemplacion de su nada y en la de las bellezas infinitas de'su Criader: y precisamente al hallarse abismada en esta consideracion, y dando gracias al Seiior porque la habia criado y dado su conocimiento y su amor, he ‘aqui que pe- netra en su aposento un Angel y con toda reverencia la sa- luda, diciendola: gae es Ina de gracia, que el Seftor estd con ella y que es bendita entre todas las mugeres. (1) Y apenas ha herido sus oidos virginales esta magnifica salu- tacion, una santa turbacion invade aquel corazon siempre sereno, extraiiando que se la digesen & ella palabras tan admirables. No es por cierto la vista del angel lo que tur- (1) Lue. cap. 1. v. 28. 10

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