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— 122— : raices muy hondas en la humildad y unirse por medio de ella con el eterno éinfinito por esencia, ¥;Cémo habia dei ignorar la maestra de los humildes esta leccion tan importante? La és fe nos ensefia que hay entre Dios y la criatura una distan- cia infinita; pero no basta saber esto para ser ensalzado 4 la. gloria, siendo indispensable que entre nuestra alma en la apreciacion intima de esta verdad, persuadiéndose que siendo Dios el ser necesario, eterno é infinito por esencia, nosotros somos por esencia la nada, pues de ella nos saca el Sefior al criarnos; y que, por muchas que sean las per- fecciones que nos adornan, esencialmente son limitadas y esencialmente deberian perecer y tener un término, si el mismo Dios, que nos las dé, no se dignase conservarlas y foes porque ni el mas encumbrado Serafin ni el hombre mas aventajado pueden loriarse dé tener algo, que no lo, hayan recibido de la mano bienhechora del Sefior. (1). Cuando una alma es humilde de este modo, no echa sobre si misma una mirada, sin que vaya inmediatamente 4 pa- sar al profundo de su nada y de su propia miseria; y por muchas excelencias que la adornen, pasa su vista con tan- ta rapidez sobre ellas, que apenas las vé. Pero, suelen ser las almas humildes como las violetas, que & pesar de esconderse entre plantas inodoras yrentre profundos valles y desechadas laderas, se manifiestan 4 todos por la sua- visima fragancia, con que embalsaman aA ambiente; mas, cuando acacce & esas almas que alguno adyierte sus pre- rogativas y se las descubre, entonces, tomando un yuelo mas répido que el de la paloma, pasan del abismo de su nada, donde se encuentran, al océano inmenso de la bondad (1) 1! Corinth. cap. 4. v2 7.

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