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yy — 115— perpétuo de virginidad, no tenia su corazon otra delicia sino pensar en la belleza increada del Ser divino, 4 quien habia consagrado su alma y su cuerpo: era niila, era joven, era doncella, y cuando estaba en el retrete del templo y ningun ser humano podia ser testigo de sus acciones, ni oir sus palabras, alzaba al cielo sus purisimos ojos y sus manos tiernas, llamando 4 Dios su amor, su encanto, su _ gloria y su esposo; y cuanto mas adelantaba en edad, tanto mas crecia en ella el deseo de vivir siempre como la paloma entre los muros del santuario lejos de todo comercio huma- no, para contemplar 4 su gusto la hermoeyne increada de_ su objeto amado. ; pa Asi vivia Maria, y como este era su tnico pensamien- to, estaba siempre estdtica entre las delicias de su Esposo celestial. Sin embargo, cuando menos lo pensaba, hé aqui queel sacerdocio, depositario é intérprete de la ley de Dios, dice & esta Virgen que llegé el momento de decidir de sus destinos temporales, saliendo de aquella morada y dando su mano 4un esposo de su tribuy familia, para que suscitase descendientes 4 la casa de David. ;Qué asalto tan inesperado para el Corazon de Maria! {Qué afliccion tan indefinible! Sonrosadas sus mejillas, encendidos sus labios, enternecidos sus modestos ojos, expone al Sacerdo- cio que ella se ha ofrecido al Dios de Israel en holocéusto perpétuo, consagrandole ssu virginidad: y ni este voto que declara, ni otras. razones_que salen de sus l4bios mas que humanos, son bastantes 4 disuadir 4 la autoridad sagrada _ dela resolucion tomada en vista de las sanciones de la ley. (1). La en palabra de consuelo, que oye la ge cig di- (1) wasae cap. 36. v. 8.
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