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-yirtudes y sobre todo en la humildad y pure- za, y para que tengamos en ella toda la ‘con- fianza que un hijo natural profesa 4 la madre que lo engendré, hemos empezado 4 considerar las grandezas del Corazon de la Virgen en su predestinacion 4 amar 4 Dios como Madre, sien- do como es esta predestinacion el fundamento y el remate dé todas sus excelencias. Porque este es el principio, este el medio, y estala conclusion ‘ de cuanto se diga de la Virgen, y esto mismo decia hace ya mil afios San German Patriarca de Constantinopla, hablando con la misma Sefio- ra con estas palabras: “Baste para encomiarte el decir, que nadie puede hacerlo dignamente: s no hay quien tenga fuerza para ensalzar la su- ‘a blimidad de tus alabanzas: pero tii tienes dentro 5; de ti misma un himno tuyo propio, y es el ser Madre de Dios.” (De Dormition. Deipar.Serm 2.) Como una consecuencia inmediata de. esta pre- destinacion vienen todas las relaciones ‘singula- res del Corazon de Maria con cada una de las tres divinas personas, quienes la amaron, y ador- naron, yembellecieron, haciendo de este Cora- zon un cielo animado y un templo vivo, y & Jas cuales estuvo unido por las virtudes mas herdi- © cas. Todas estas fueron inéfables: pero se distin- guen sobre manera, la fé, la esperanza, el amor e alos pecadores, el que*tenia al Redentor que, los habia de redimir, la humildad, la virgini- dad, la mansedumbre, la modestia, la abnega- cion, el espfritu de sacrificio, la devocion interior, la ternura 4 su amado Hijo, su solicitud mater-

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