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ze niimero de estos desgraciados mundanos, procurando ser puros y castos en nuestras aspiraciones y acciones; ni tam- poco decaiga nuestro espiritu, si hemos tenido la desgracia de dejarnos arrastrar alguna vez de los escesos de la carne, creyendo que ya no podremos ser castos: porque sabemos que muchas almas observaron una conducta angelical, des- pues de haber tenido una vidainmunda, como las Pelagias, las Margaritas de Cortona y otras. Y es Dios tan bueno y mi- sericordioso, que cuando una alma de esta especie se vuel- ve 4 él de todo corazon y detesta las abominaciones pasadas y solo quiere amarlo 4 é1, no solo la perdona, sino que la regala; borrando de su imaginacion las imagenes de la eul- pa; y si alguna vez asoman al espiritu, son para producir en el acto dolor amarguisimo en el corazon, por haber: ofendido al Seiior, y torrentes de lagrimas en los ojos, part layar de nuevo las manchas pasadas. MAXIMAS, La castidad es entre las virtudes, coma una reyna en su. cérte; pues, asi como ésta anda siempre acompafiada de altas damas, sobresaliendo ella entre las dems, asi aquella lleva junto 4 si el séquito de las buenas obras, 4 las cuales preside. No hay obra buena, sino est& acompaiiada de la castidad: ni la castidad ser grande, si no esté rodeada de buenas obras; pues Jesucristo manda ceflir los lomos, y lle- var siempre la luz de las obras en las manos. (1). (1) Lue. 12, y. 85.
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