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muerte a los primógénitos de los hebreos cuyas casas estaban señaladas con la sangre del cordero que Dios les había ordenado sacrificar, ya el paso del pueblo hebreo por el Mar Rojo, del cautiverio de Egipto, a la libertad de la tierra de promisión. La Pascua cristiana celebra la liberación de nuestras almas del pecado, sacándonos del cauti- verio de Satanás y haciéndonos hijos de Dios, me- diante la Muerte y Resurrección de Jesucristo. Ésta es la mayor de las solemnidades del Cris- tianismo. La principal de todas la llama el papa San León el Grande. He aquí cómo la anuncia la Santa Iglesia en la mañana de este gran día: «En este día, que ha hecho el Señor, celébrase la Solemnidad de las solemnidades y nuestra Pascua. La Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo se- gún la carne», es a saber, en cuanto hombre. En estas fiestas pascuales todo es alegría santa. «Alegrémonos y saltemos de gozo en este día que ha hecho el Señor.» Éste es el canto que en los ocho días que duran las fiestas pascuales brota es- pontáneamente de los labios de nuestra Madre la Iglesia, invitándonos a todos sus fieles hijos a par- ticipar de su gran gozo por el triunfo y victoria de su celestial Esposo. Tiene además otra exclama- ción que en sí condensa toda la alegría que en este santo tiempo pascual embarga el corazón de la Santa Iglesia : el grito victorioso del Aleluya, que quiere decir alabanza a Dios. Durante cincuenta días no habrá canto que no vaya o precedido o se- guido de esta exclamación de alegría.

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