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segunda en el centro, y la tercera cerca del pres- biterio, cantando las tres veces: Lumen Christi (Luz de Cristo), y respondiendo todos : Deo gratias (A Dios gracias). Inmediatamente el diácono se coloca en el lugar donde se lee el Evangelio y entona un magnífico cántico a la Resurrección de Cristo, que se está obrando ya en la obscuridad del sepulcro. A este cántico se le da el nombre de Praeconium paschale (Anuncio de las fiestas pascuales), al que sigue el prefacio de la bendición del Cirio. Esta bendición tiene de particular que es ejecutada, no por el Obispo, ni aun por el sacerdote, sino por el diá- cono, y la razón es porque, no los Apóstoles, sino los discípulos José y Nicodemo fueron los que em- balsamaron el cuerpo exánime de Jesús. El diá- cono es el Heraldo de la Iglesia, y como tal le compete anunciar al pueblo fiel las fiestas pascua- les y la Resurrección del Señor. La fórmula del Anuncio de las fiestas pascuales, :o la Angélica, como vulgarmente se le llama, es de lo más subli- me y hermoso que haya brotado de pluma humana ; y sn música conmueve las fibras del corazón de tal manera, que le hace sentir las puras alegrías que en todo cristiano debe producir el misterio de la Resurrección de nuestro Salvador. Se cree que fué el gran Padre de la Iglesia San Agustín quien la compuso. El Cirio Pascual representa, ya la columna de fuego que guió a los Israelitas por el desierto, ya a Jesucristo resucitado de entre los muertos; Los

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