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Cruz, ofreciendo al Padre Eterno su preciosa san- gre por todo el mundo, sin excluir a nadie, la santa Iglesia católica alega aute el Padre celestial los sufrimientos del Salvador en favor de todos los pueblos y todas las razas. Por eso, después de cantada la Pasión, el celebrante canta las oraciones solemnes del Viernes Santo, llamadas también ora- ciones sacerdotales. En ellas ruega el sacerdote, en primer lugar, por la santa Iglesia, Esposa de Jesucristo ; después por el Papa, Vicario de Cristo en la tierra ; por los Obispos, sacerdotes y demás ministros de la santa Iglesia y el pueblo católico ; por el Emperador o Rey; por los catecúmenos, O sea por los que todavía no han recibido el bautis- mo, pero ya lo han pedido; por todos los que se hallan en algún peligro o necesidad ; por los here- jes y cismáticos, hijos pródigos de la Iglesia ; por los pérfidos judíos y por los paganos. A cada oración precede una advertencia en la que se nos indica por quiénes debemos rogar y qué debemos pedir. Después el diácono canta : Arrodillémonos, y entonces todos los que están de pie, no sólo el clero, sino también los fieles, se arrodillan, levan- tándose cuando el subdiácono dice: Levate, en castellano, levantaos. Descubrimiento y adoración de la Cruz Terminadas las oraciones, el celebrante se quita la casulla y procede a descubrir la santa Cruz. Toma, pues, el celebrante el santo Cristo que está

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