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acompañen en ese período crítico hasta los 23 y 25 años, y cuando a esa edad contrae matrimo- nio, ya acumuló dos o tres mancebas, que aporta al nuevo hogar como cosas de su uso, y comy ha- cienda para el lucro en la forma ya dicha. Véis aquí una aberración del padre: un mal menor en su concepto, pero que produce la poligamia, im- pide la unidad del amor y la paz doméstica. Indiquemos ahora otra causa principalísima de esta llaga, abierta hace tantos años en la raza araucana: En Europa, y aun en América, existe la cues- tión feminista, cuyo primer factor es el exceso numérico de mujeres en comparación de los hom- bres. La vida del varón está expuesta a mil y mil contingencias que producen la muerte, y aún el mismo trabajo material la acelera casi siempre. La mujer lleva consigo un destino glorioso, el ser madre de los hombres; pero esta maternidad, en sí misma o en el organismo fisivlógico sexual de la mujer, lleva un gérmen de muerte que hace de ellas mártires en beneficio de la humana raza. Esto equilibra en parte el número de varones y hembras; pero no produce la proporción exacta. En países civilizados, la mujer soltera, por volun- tad o por necesidad, encuentra mil medios de bastarse a sí misma, y aún de ser útil al mundo; hay vírgenes en el cristianismo más madres que todas las madres, por su abnegación y su caridad y amor a los desgraciados. La costura, la meca- nografía, el teléfono, el telégrafo, la pedagogía,

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