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y la cuerda franciscana sirvió de cinta para me- dir el solar de cien pueblos que hoy son orgullo de esta tierra. Pero... en un punto concreto ha fallado casi siempre la acción apostólica; la fami.- lia araucana resiste aún asu formación moral, tal cual la exige la doctrina del Evangelio; la po- ligamia mancha aún los blasones de esa heroica raza, y el misionero es el único que no desmaya ante el problema de la regeneración del hogar mapuche. ¿Qué causas existen en esta raza admirable pa- ra que el problema transcendental que me ocupa permanezca sin solución completa?... Esto voy a estudiar ahora. El jefe de la ruca no tiene idea clara de sus derechos y deberes; la madre araucana, con una disposición admirable para todo sentimiento no- ble, no tiene tampoco concepto cabal de su actua- ción en la familia, y esto a pesar del Evangelio, que aceptan como ley redentora y libertadora de los hombres todos. El padre da su hija por un valor convencional. El padre prostituye su hijo por evitar un mal ma- yor. La poligamia existe como una cuestión mo- ral, económica y social, y tiene un proceso histó- rico como punto inicial, que explica el fenómeno que profana el hogar araucano. Desde luego, el padre recibe una compensación material al entregar su hija en matrimonio. No la vende, como luego lo demostraré con hechos; pero la estima en un precio como si la vendiera.
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