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eye ME vantados en estos últimos 20 años: pero el hecho doloroso es que no alcanzamos a educar en ellos ni la décima parte de la generación femenina araucana. Casi la totalidad de las madres de los niños que se civilizan, estodavía pagana, o, si son cristianas, no tienen cultura alguna de educación; este es, señores, un campo de trabajo casi inculto todavía; queda mucho camino que recorrer para alcanzar el término de lo estrictamente necesario. Hace ya diez años queen la Misión de Cunco, que sirvo, aspiramos a tener un colegio para niñas, pero... no hemos podido comenzar todavía. Nues- tro gran bienhechor, el esclarecido y ya difunto, el Illmo. Sr. D. Juan Ignacio González Eyzagui- rre, nos había prometido edificar aquel colegio. Nos lo arrebató la muerte, y nos vimos privados dul obsequio de nuestro generoso protector. ¡Quiera Dios que pronto tengamos en todas nues- tras misiones un colegio para niñitas mapuches! Cada una de ellas representa para el éxito lo que una pequeña y ambulante escuela: la mujer es la compañera e inspiradora del esposo, y la madre y la luz para el niño. El porvenir del niño, decía Napoleón, es siempre obra de la madre. Sin educar las niñas, nuestro trabajo, señores, es siempre medio trabajo. ¡Ay, señores, cuánto queda todavía por hacer! Por eso, no nos abandonéis. Los mismos arauca: nos lo reclaman. Antes de venirme me dijo uno de nuestros caciques: Padre eimi amualu San- tiago. Fiúchá memoria piafimi Santiago úlmen
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