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A o A a A Vi A AAA k E E AR TI TIRO E) / ) al l PY! PAOLA PAR . L tr fr 4% pl Re E hd UA: Ases (— == 08 — genas, dirigió la palabra al numeroso y escogido público el P. Guido, para abogar insistentemente por las escuelas y asilos de los indios. He aquí sus palabras: Señoras: Señores: No esperéis de mí un ele- gante discurso, como los que hemos tenido el ho- nor de escuchar de labios de los caballeros que nos han honrado con su autorizada palabra: no soy elocuente. Lo que os diré son palabras sencillas de misionero que está un día y otro en el campo de batalla; que habla y viaja con sus indios; que los instruye diariamente; que con ellos se sienta a la orilla del fuego, y come de sus mismos pla- tos y duerme sobre los secos pellejos que al indio le sirven de lecho; que conoce, en fin, palmo a palmo, el terreno, y sabe lo que debe hacerse, lo que ya se ha hecho y lo mucho que aún queda por hacer en la obra de la civilización y cristianiza- ción de la raza indígena. Para ser breve y prác- tico, quiero yo ante vosotros responder a estas tres preguntas: ¿En qué estado se encontraba la Araucanía cuando los capuchinos se hicieron car- go de las misiones? ¿Qué es lo que ellos han he- cho? ¿Qué es lo que queda por hacer? El año 1849 llegaron los primeros Padres capu- chinos a Chile llamados por el Supremo Gobierno, el cual se comprometió a ayudarles en todo, con el fin de civilizar y cristianizar a los aborígenes chilenos. Había entonces nueve estaciones de Mi-

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