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ga que jugar un papel tan importante en la pre- dicación del Evangelio; pero es la realidad. Sin plata no se construyen Misiones ni escuelas; no se forman profesores ni catequistas: medios, to- dos estos, con los que podemos duplicar y triplicar nuestras fuerzas. Sí, mis amados cristianos: Dios y su Vicario en la tierra lo quieren; vuestros pobres hermanos, los araucanos, os piden que trabajéis en la con- versión de los infieles. Para esto no tenéis que sa- lir de la patria, nó: tenéis todavía verdaderas misiones entre infieles en el sur de la República. Os diré con el gran predicador de las cruzadas, San Bernardo: “Dios lo quiere””. Dios quiere que nos ayudéis en la pronta cristianización del indio, Es la obra buena por excelencia; el mejor medio para agradecer a Dios el que os haya hecho sen- tar desde niños en su mesa, y una prenda segura de la vida eterna; pues dice Jesucristo: “El que salva el alma de su hermano, salva la suya pro- pia'?. Vuestros hermanos más dignos de lásti- ma son los que están todavía sentados en las ti- nieblas del paganismo, dentro del territorio de la Araucanía. ¡Trabajad eficazmente en su salvación! Así pa- garéis una deuda sagrada al Señor y salvaréis vuestras propias almas. Amén, En medio de gran expectación y a petición de las señoras de la Sociedad protectora de los indí-

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