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de la Redención entre aquellos infieles sanguina- rios. Y este espíritu de apostolado infiltraba el Santo Padre en los corazones de todos sus hijos. Lleva- dos y guiados de estos mismos nobles sentimien- tos, llegaron, el año 1849, los primeros caruchinos a Chile, para dedicar sus mejores energías a la conversión de la valiente raza araucana, en la cual conversión trabajan actualmente al Sur de Cau- tín, 32 Padres Capuchinos, 23 Hermanos legos y 58 Hermanas de la Santa Cruz, (estas últimas en la cristianización de la mujer araucana), reparti- dos todos ellos en 21 estaciones de Misiones. ¡Ah, católicos! ¡quién pudiera enumerar los grandes sacrificios, las innumerables privaciones de aquellos heroicos mensajeros del Evangelio en sus viajes por la Araucanía, en la fundación de nuevas misiones entre aquellas tribus salvajes! ¡Oh, si pudieran hablar las selvas vírgenes, y los campos de Toltén, de Queule, de Puerto Saa- vedra, de Purulón, de Boroa! ¡Qué nos contarían de las oraciones, sacrificios y resoluciones heroi- cas de aquellos misioneros, que peligraban tantas veces en las grandes insurrecciones de los indios, y que después de ver destruído por el furor arau- cano sus misiones y casas, nosacudían el pulvo de sus pies para abandonar el campo pedregoso de su actividad, sino volvían a tomar el hacha para cortar y labrar árboles, para reedificar lo que estaba en ruinas. Esto se llama heroísmo apostó- lico.

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