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ma de pan y vino, nació en un establo y murió en una cruz, y no se niega aestar con los pobres, por- que nos ama, el indígena no comprende esto: él quiere ver más aparato, más exterioridad en las ceremonias, para convencerse de haber satisfecho a Dios. Por eso necesitamos Capillas en los dife- rentes centros de población indígena, donde los naturales puedan reunirse, y se pueda celebrar la Misa con mayor decencia y decoro exterior. Las Iglesias están a larga distancia de las reducciones, y los indios tienen recelo de juntarse allí con los que no son de su raza; porque siempre hay per- sonas que los desprecian y humillan. Además, hay que tomar en cuenta que en países de civilización cristiana se bendicen los campos, se forman procesiones en los días de las rogacio- nes que recorren los plantíos, y en el día de Corpus se haceesto con el Santísimo. En es- tas ocasiones, se llevan estandartes y se reza, y se rocían las sementeras con agua bendita. También en ciertas fiestas de Santos, que eran pas- tores, se reúne el ganado para echarle la bendi- ción. Si semejantes ceremonias se realizaran en las diferentes reservas, los indígenas cobrarían con- fianza, y dejarían, tal vez, muy pronto la antigua costumbre del Billatun. Pero para ello, es preciso que nos ayuden. Las escasas entradas del Misionero no alcanzan a tanto. La evangelización de los indígenas no puede

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