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' ) ' ' = los Padres, ni las niñas alumnas de las Monjitas. Todo el mundo va: la corriente los lleva, a pesar de la humedad del suelo, el viento helado y la lluvia que amenaza. ¡Si el entusiasmo fuese sólo de parte de los indí.- genas! Viven entre ellos muchos compatriotas de raza española, pobres, y que dependen de ellos como inquilinos o refugiados, y que no dejan de tener cierto prestigio entre ellos. Estos, pues, y otros individuos de las poblaciones vecinas que quieren ganar plata, los estimulan para hacer los Billatu- nes, y los confirman en eu error. Y hasta hay cris- tianos de la sociedad culta, y personas de autori.- dad, que manifiestan a los indios gran interés por saber la fecha de su fiesta para ir a divertirse con sus familias, y reirse de las barbaridades que ven. Y los diarios de la Frontera traen en seguida relatos de la fiesta, indicando el número y la clase de las víctimas, como si se tratase de algo grande y muy respetable. Paso a exponer la conveniencia y el deber de procurar la desaparición de las rogativas. II Basta saber una cosa: en estos Billatunes se ma- tan animales, corderos, etc., abriéndoles rápida- mente el vientre, y arrancándoles con la mano el corazón vivo: modo de inmolar que antiguamente los mismos indígenas aplicaban a los cautivos enemigos, españoles o de su propia raza.
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