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las personas que desconocen la naturaleza de es- tas fiestas, por no haberse ocupado en la materia. Los Billatunes se hacen todavía en los territo- rios al norte del río Callecalle. En las misiones del sur, esta costumbre desapareció ya antes de llegar nosotros, los misioneros de la provincia ca- puchina de Baviera, hace 27 años. Los indios del sur o huilliches, más tímidos de carácter y menos vigorosog en su constitución, fueron sometidos más de cien años antes que los de la Araucanía. Ellos no pusieron tan tenaz resistencia a la intro- ducción del Cristianismo como sus más orgullosos hermanos del norte. Y. como, además, las resi- dencias de los misioneros están allí más cercanas entre sí, la acción de éstos, no contrarrestada entonces por corrientes adversas al Catolicismo, pudo desarrollarse con mayor eficacia. No así en el norte. Las causas que hoy día siguen favoreciendo la perduración de los Billatunes, son de diferente naturaleza. Puedo alegar algunas, omitiendo otras. Los indios del norte viven entre sí en estrecho roce, mas algo aislados de los chilenos de otras razas, formando reducciones con jefes propios. Los ancianos, de un modo particular, mas tam- bién las personas de toda edad, que no tienen del Cristianismo más que una idea vaga, ven en los Billatunes una sagrada y venerable herencia de sus padres y antepasados, y depositan una con- fianza ciega y fatalista en su eficacia: «Nuestros
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