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del Cristianismo auxiliaban a los Apóstoles en la predicación del Evangelio, que, sin ruido ni os- tentación, contribuís poderosamente a la reali- zación de la obra más meritoria, más noble y más bella; sentiréis bullir sin duda con más ardor en vuestras almas la llama de la caridad. A ciencia cierta de que abuso de vuestra bene- volencia para escucharme, me atrevo a suplica- ros que me perdonéis una última palabra con que quisiera perforar los oídos de nuestros gobernan- tes, a pesar de que con ella debemos sentirnos ruborizados todos, como católicos y como chilenos. Los misioneros capuchinos de la Araucanía, que tantos y tan grandes servicios llevan presta- dos a la causa de la civilización de nuestros in- dios, de nuestra raza, de nuestros hermanos, que son también nuestros connacionales, nuestros compatriotas, no han recibido del Estado sino mendrugos de pan; y hasta el principio de la gue- rra europea, vivieron con elauxilio de la gran na- ción que la suerte de las armas cubrió ide duelo. Seamos generosos, señores, y hagamos com- prender a nuestros gobernantes la gran respon- sabilidad que tienen ante Dios, ante la Patria y ante la Humanidad.

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