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A ES, 7 ea diada3, como en otro tiempo Jesús rodeado de las multitudes hambrientas a orillas del Tiberíades, repitiendo, podría decir, el milagro de la multi. plicación de los panes. Trabaja en su favor hace un cuarto de siglo; siendo él y los religiosos de la misión, sus padres, sus abogados, sus médicos y sus maestros. He encontrado en Boroa al R. P. Jerónimo, digno émulo de Las Casas. —En Puerto Saavedra he visto al R. P. Félix realizando una labor apostólica sorprendente, aportando al mismo tiempo a la ciencia valiosísi- mos elementos con sus profundos estudios sobre la lengua, el folklore y la música araucanos. —Y he visto al capuchino de luenga barba y de hábito café en Villarrica, Padre Las Casas, en Puerto Domínguez y San José de la Mariquina, bajo la sabia dirección de su egregio Prefecto Apostólico, el R. P. Burcardo, desplegando en to- das partes su celo infatigable, en resguardo de los intereses del indio, catequizándolo, medici- nando a sus enfermos, enseñándole a cultivar sus tierras, y enseñándole también diferentes artes, industrias y oficios. —He viste en Cholchol al R. P. Cifuentes y a su misión franciscana con el silabario en una ma- no y el catecismo en la otra, prestando los más valiosos servicios a la moralidad y cultura de aquella importante reducción indígena. —He presenciado también la labor impondera- ble de las Hermanas de la Santa Cruz en muchas

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