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o caracteres de fuego su célebre tratado sobre la tiranía de los vencedores (1). La Iglesia, salvaguardia de la justicia, no se ha hecho sorda jamás a los clamores de la digni- dad humana vilipendiada, y por boca de sus Pon- tífices ha levantado constantemente su voz llena de energía en protección de los derechos de los indios. Los trabajos realizados en Chile por los religio- sos franciscanos, jesuítas, dominicanos y merce- darios, durante los siglos de la conquista y de la colonia, que parecen leyendas de tiempos herói- cos; y los sacrificios indecibles de una pléyade de obispos dignos de figurar entre los Hechos Apos- tólicos del Continente, en pro de la civilización, ennoblecimiento y defensa de los aborígenes, han colocado sobre la frente de la Iglesia diadema de gloria imperecedera. ¡Patria mía! ¡no se apague en tus labios el him- (1) La críticá histórica verdaderamente científica ha he- cho suficiente luz sobre las declamaciones del P. Las Casas quien, al (condenar con laudable celo los abusos inevitables de aquellos tiempos y de aquellos hombres de pasiones y de fe gigantescas, exageró la nota pesimista y dió, sin que- rer, armas a los enemigos de España para sostener la le- yenda negra de viles calumnias contra la madre Patria. Basta saber que el inmortal Código español llamado «Le- yes de Indias» es único en el mundo como monumento grandioso del empeño, más que paternal, gastado por los Monarcas y por los Gobiernos en favor de los indios del Nuevo Mundo.—Nota del Editor.
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