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| | IU AAA aña paganismo y de la barbarie. Ellos llegan hasta las cabañas de los etíopes, málagos y mongoles; y su voz resuena en la Cochinchina y en el Senegal, en la Australia y en la Oceanía; y riegan con sus su- dores los desiertos, y enrojecen con su sangre las tierras inhospitalarias de la China, y penetran en los bosques de la América, sin que haya fieras ni peligros capaces de detenerla marcha de esos sol- dados invencibles de la caridad, que van a pren- der el fuego del amor a Jesús a toda la faz de la tierra, de ese mismo amor que los arrastra hasta sellar su apostolado con el martirio. Alejandro y César compran sus victorias al pre- cio de torrentes de sangre. El Libertador del Gé- nero Humano y sus discípulos las alcanzan al pre- cio de su propia sangre. El descubrimiento y civilización de la América, forman una de las más hermosas páginas de los Anales de la Iglesia. Deza y Marchena son en la Corte de los Reyes Católicos los ángeles tutelares de Colón. Gracias a esos humildes religiosos, !convierte Isabel sus joyas en la corona más brillante que soberano al- guno ha colocado sobre su frente. ¡Gloria impere- cedera para los hijos del Patriarca de Asís y del Patriarca de Guzmán, que de tal manera contri- buyen a la realización del hecho más grandioso y más trascendental de la humanidad después del nacimiento de Jesús! ¡Gloria inmortal para ellos, que son también los heraldos de la civilización del Nuevo Mundo, y que llevan sus tiendas a los do-

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