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P. Querubín de Mauriena, capuchino. Tiempos muy azarosos eran aquellos para la Santa Igle- sia: la invasión de los errores protestantes en Europa habíase vuelto feroz y sanguinaria; im- poníase la necesidad de mantener un apostola- do ardiente y muy bien organizado en las na- ciones del viejo continente arrancadas de la unidad religiosa; al mismo tiempo debían crear- se nuevos y abundantes recursos de apóstoles para evangelizar el mundo nuevo descubierto por Colón, embarcado hacia lo desconocido en las carabelas equipadas por la fede España y por la Real munificencia de la incomparable rei- na Isabel la Católica. Las dos naciones reden- toras España y Portugal enviaban con sus he- róicos exploradores legiones de misioneros para traer a la Fe Católica tantos pueblos sentados en las tinieblas del paganismo, Por eso el Papa Clemente XII meditaba organizar definitiva- mente las misiones extranjeras: pero sorprendi- do por la muerte y habiéndole sucedido en la Cátedra de Pedro Gregorio XV, aceptó este las insinuaciones del célebre capuchino Jerónimo de Narni, que fué el elegido para diseñar la pro- yectada Congregación de Propaganda en cuya primera sesión solemne, el día 14 de Enero de 1699 fué nombrado Prefecto de las Misiones de la Retia en Suiza el P, Fidel de Sigmaringen. Y, para que las vinculaciones de origen entre la Or- den capuchina y la nueva Sda, Congregación quedaran definitivamente consagradas, los pri-

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