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-22- escasa legión de operarios apostólicos. Ya podía él descansar tranquilo y reclinarse so– segado sobre sus pacíficos laureles, pues te– nía quien recogiera su preciosa herencia, te– nía continuadores de la tradición de austeri– dad y religiosa abnegación que él sostuviera por tan largo tiempo, tenía, en fin , á quién traspasar aquel cetro universal de las con– ciencias que, como confesor obligado de toda la sociedad de Caracas, manejara con tanta discreción y tan ejemplar perseverancia. Por esto les abrió los brazos con la más gene– rosa cordialidad, y les prestó cuantos auxilios estuvieron á su alcance, y constantemente les dio muestras de la benevolencia y paternal afecto que les profesara. Ellos también supie– ron corresponderle con filial ternura y, al llegar su hora postrera, rodearon su lecho y le rin– dieron cuantos buenos oficios les sugería el amor y la gratitud. El noble anciano pagó su tributo á la natura– leza en la noche del 2 de octubre de 1.900, á los 85 años y cuatro meses de su edad, cuando nada hacía temer de un modo inminente su muer– te, pues el vigor de su organismo, ayudado de la austeridad estricta que observara en toda su vida, presagiábale todavía una larga senectud. Caracas se estremeció de dolor ante esa de– saparición y todas las voces de la publicidad exhalaron el plañidero lamento de este duelo so– cial. Las multitudes se aglomeraron en tornó de su féretro y llenaron con sus gemidos el recinto

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