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-16- positar en sus manos la ofrenda de su riqueza á fin de que tuviera la satisfacción de dis– tribuirla entre sus queridos pobres. Porque era tanta la pasión que el PADRE ÜLEGARIO tenía por dar, que nada le afligía tanto como el carecer de fondos para sus limosnas. Ni sus pies se movían de aquel devoto San– tuario sino para descender, cual descendía Moi– sés de la Montaña, radiante el rostro y porta– dor de las bendiciones celestes, á derramarlas, con bondad inagotable sobre las almas. Así veíasele caminar con mesurado paso en direc– ción de los templos de la ciudad, donde le aguardaban los fieles cuya conciencia dirigía; y entonces podíase contemplar al venerable anciano, revestido su porte de la más religiosa modestia, atrayendo sobre sí todas las miradas, detenido á cada instante por los transeuntes de toda edad, sexo y condición, que gozosos se le acercaban para besar el burdo sayal que con tanta dignidad vestía, y recibir en cambio las más gratas muestras de paternal afecto. El PADRE ÜLEGARIO volvió á iomar, en efecto, desde el 19 de setiembre de 1882 el háb ito de capuchino, que siempre amó con delirio y que no dejara sino obligado por la imposición de las circunstancias, habiendo obtenido licencia de la Santa Sede para ello, con fecha 9 de diciembre de 1853.
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