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- 15 - rá posible repararlos, el PADRE ÜLEGARIO conti– nuó silencioso y tranquilo su santa labor y, te– niendo la suerte de no ser inqu ietado por la ira del poderoso, se esmeró en prestar desde aquí cuantos auxilios estuvieron á su alcance al Pre– lado proscrito, á quien guardó siempre la más completa fidelidad . Deseoso de un mayor apartamiento del mun– do , á causa de estos mismos sucesos, aprovechó la coyuntura que se le ofrecía para encargarse del servicio del culto en la Capilla de la Divina Pastora, en las alturas de la capital, y fue esta ya su morada permanente hasta el día de su sen– tida muerte. Su título de Capellán de La Pasto– ra lleva la fecha de 1° de abril de 1878. Años más tarde, en 7 de octubre de 1885, recibió también el cargo de Capellán general de los Hospitales de Caracas. En su retiro de La P astora, el PADRE ÜLEGA– RIO fue el Moisés que con las manos alzadas al cielo, oraba de continuo por nuestro pueblo. Esas manos no se bajaban sino para alargarse haci a el menesteroso, pues la compasión del PADRE ÜLEGARIO para con los pobres fue ejem– plarísima ; la práctica de la virtud de la pobreza fue para él una religión inviolable, y por eso el dinero no hacía sino pasar por sus manos para llegar á las del pobre. La porción indigente de Caracas ro sabía, por lo cual acudía de continuo á él para que la remediase, y lo sabían también los privi legiados de la fortuna, por lo que se lle– gaban asimismo al venerable anciano para de-

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