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-9- lII El Gobierno de Venezuel a tuvo en el año de 1841 un feliz acuerdo. Atendiendo al reclamo de las necesidades religiosas del país y com– prendiendo que la grande escasez de Clero di– ficultaba notablemente el reinado de la moral y el fomento de la sociabilidad en la vasta exten– sión de la República é imposibilitaba la obra de atraer las tribus indígenas á la vida civilizada puso en práctica una sabia legislación del Con~ greso y comisionó al ilustre sacerdote doctor José Manuel Alegría, para gestionar en Europa la venida de un número crecido de eclesiásticos á quienes pudiera confiarse satisfactoriamente el servicio de las parroquias y el cuidado de las Misiones. El doctor Alegría cumplió á cabalidad su cometido y, habiéndole sido propicia la cir– cunstancia del destierro de los Capuchinos es– pañoles y el estar ellos aún sin ocupación deter– minada, pudo fácilmente obtener de los Supe– nores de la Orden y de la benignidad del Sumo Pontífice Gregario xv1, una falanje selecta de obreros apostólicos que, enardecidos por el amor á Cristo, modelados en la virtud por la estricta observancia de su Regla, probados ya en el crisol formidable de la persecución y ardiendo en deseos de hacer fructífera su vida en el ser– vicio de Dios y de las almas, se lanzaron presu– rosos á la pacífica conquista que á su celo se ofrecía.
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