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yarla 4 efecto, abrié de una vez todos los tesoros de caridad infinita que tenia encerrados en su corazon ddndose en alimento de las almas en la Eucaristia. una vez instituida esta, y habiendo mandado 4 sus discipulos, que hiciesen ellos aquello mismo en me- moria suya hasta el fin del mundo, el legislador divi- no empez6 4 publicar la ley, diciendo: os doy un man- damiento nuevo, y es que os ameis los unos 4 lor otros, como yo 08 he amado; | sime amais, guardad mis man- damientos. * Considera, cuanta diferencia hay entre nosotros y aquel pueblo 4 quien fué dada la ley en el Sinaf: eran sus piickiens eomo hijos de una esclava, y vivian en la casa del Sefior 4 manera de siervos, 4 quienes se les imponen trabas y peso para que no puedan huirse: mas nosotros somos hijos, y tenemos la libertad san- ta que Jesucristo nos ha dado, s y como hijos vivi- mos en la casa de Dios sin tener mas ley que la del amor. ;Ah! Por mucho que analicemos cuanto Jesu- cristo nos manda guardar, no hallaremos mas que un precepto, y es el de la caridad hacia Dios, y hacia nuestros hermanos, pues la plenitud de la ley es la ca- ridad. « Asi es que despues de haber publicado esta ley, el legislador dijo 4 sus disefpulos que ya no los llamaba siervos sino amigos, s pues lejos de impo- nerles un yugo duro, no habia hecho mas que dar 4 sus corazones una puz. celestial, y una expansion di- vina, habiéndoles hecho conocer todas las cosas, que habia oido 4 su padre. ,Quién no advierte esta diferencia que hay entre el pueblo de la servidumbre y el de la gracia? Cuando 7 Jo. cap. 13. v. 34.—* ibid. cap. 14.—* Gal. cap. 4. v. 31.— a Ram. cap. 13. v. 10.—s Joa. cap. 15. v. 15.

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