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wa, Ae ee habian de tener para darle ie dignamente. Mas lo que 4 nosotros nos falta, lo suple con abundancia él mismo Redentor, pues quiere que le retribuyamos este gran beneficio, haciendo memoria de él por me- dio de él mismo, dignéndose hacer por si mismo co- mo Dios y hombre lo que no pudieran hacer todos los hombres juntos. ;O caridad inefable de Jesus! Amé siempre 4 los suyos, y en fuerza de este amor, sudé, se cansé, se fatigd, llord, se entristecié, padecié y murié, venciendo de este modo al mundo y al demonio, pasando todos los limites del amor hacia los hom- res: pero cuando instituy6é la conmemoracion de este sacrificio en la Eucaristia, y determiné darse como victima 4 cada uno de los hombres, jqué diremos sino que enténces parece como que Dios se vencié & si mismo en un esceso incomprensible de caridad h&cia nosotros? O Jesus mio, concededme que ya que mi entendimiento no puede abarcar la bins de vuestros beneficios, mi corazon os abrace, 2 se de- leite en yuestro amor y no se separe jamas de vos. PUNTO SEGUNDO. No sufre el amor la ausencia del objeto amado, y si los sentidos no pueden saciarse con su vista, suple este defecto el corazon que en su interior lleva es- tampada su imdgen y la contempla sin cesar. Bien nos demuestra esta verdad nuestro Redentor dulei- simo, pues llevéndonos escritos en su corazon, y que- riendo que lo tengamos 4 é1 grabado en el nuestro, no se contenté con darnos un trasunto de su humani- dad, sino que se nos dié 4 si mismo, para que tenién- dolo delante de nuestra vista, no solo no pudiésemos echarlo en olvido, sino que tambien tuviéramos el te
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