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tes OB ats 4& amarlo, y lo escitara con su gracia, ya que él nada podia por si mismo. : Cumpliése esta redencion en la plenitud de los tiempos: pero jquién no se pasma al contemplar el amor del Redentor 4 los hombres? Desde el mo- mento en que se encarné hasta que espiré en la cruz, no pasé un instante en que no padeciese, ni dejase de estar humillado, ni dejase de merecer infinitamen- te por nosotros: y eso no obstante, no quedaban lle- nos todos los deseos de su corazon, sino perpetuaba en la tierra el sacrificio con que habia redimido al hombre, proporciondndole el medio de aplicarse cada dia su valor. ;O amor incomprensible! ;Qué! ;No bastaba haber derramado realmente una vez la san- del cordero sin mancilla para redimir mil mun- Bastaba por cierto: pero no bastaba esto para satisfacer las 4nsias del corazon del Redentor, que deseaba estar muriendo hasta el fin del mundo por nosotros: y como no podia hacerlo en realidad mas que una vez, quiso que este acto se perpetuase de un modo inefable y misterioso en la Eucaristia. Por eso al instituirlo, dijo 4 sus discipulos, que comiesen el que seria entregado por ellos, y que hicieran Mismo en su memoria. 1 Beneficio mayor que este, ni mas excelso y subli-. me no puede hacernos Dios en la tierra, pues al dér- senos en la Eucaristia, parece que ha derramado « y agotado de una vez todas sus riquezas: por lo mismo, asi como el Sefior vence infinitamente nuestra cien- cia y virtud, asi nuestras fuerzas para agradecerle tan inefable favor, distan infinitamente del valor que —_—_— ¥ Lue. cap. 22. v. 17.—2 Concil. Trid. Ses. 13. de Euchar. cap. 2- :

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