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=a Ss enjendra en nuestras almas la luz, y el que separa de ella las tinieblas, para que sean nuestras obras hijas de la luz, y no tropecemos y caigamos en el abismo. ee ;Ah! No en vano dijo el mismo Jesus hablando de la Eucaristfa, que era él pan bajado del cielo que daria 4 quien lo comiese la vida eterna: ' es decir, una vida siempre igual y jamés interrumpida, que empezando e la caridad en esta vida, duraria para siempre en la otra. Pero ;cu4ntas razones tenemos para temer que no conservemos la vida que hemos recibido de Dios enel 6rden de la gracia? Toda la ticrra est4é llena de sustancias que Dios crié para que el hombre conservara su vida natural; mas para lo consiga, no solo las ha de comer, sino que ha e tener un estémago libre de enfermedades: otro tanto acaece con este pan divino, pues no basta co- merlo, sino que es preciso recibirlo con un corazon que no tenga apego 4la tierra y que arda en llamas de amor divino. ;Ah, qué vigor infunde enténces al alma! ;Cémo va ereciendo la vida del espiritu! ;O amantisimo Jesus! ;De quién sino de vos me ha ve- nido la gracia para conoceros, y para amaros? ;De ién me vendrd la necesaria para perseverar hasta el fin? Vengan, Sefior, sobre mi todos los males: pe- ro né el de verme privado de comer este pan, que da vida al mundo, y es para quien lo come digna- mente arra de inmortalidad. 4 Joan. cap. 6. v. 51. ae
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