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— vida, ;y he de echar 4 mi cuello la cadena que me hace siervo del demonio? ;Ah! Para que jam4s se se- pare de nuestra mente este pensamiento, quiso este rey benignisimo estar en actitud tan humilde en la Eucaristia. ;Dénde est el ale4zar de este rey? ;Dé6n- de sus soldados que lo defiendan? ;Dénde la ig y ostentacion que manifiesten su dignidad real? En tu mismo corazon: allies su palacio, alli su defensa, alli su magnificencia y riqueza, sin querer tener mas, por bastar esto 4 aquel amor que se olvida de su dignidad por el bien del objeto amado. Considera por tanto, qué horrible es la ingratitud de los mundanos en no querer aceptar la gracia que este rey amantisimo les hace de ser hijos de Dios: pre aprende al mismo tiempo en el esmero, delica- za, y respeto con que estos mismos _hijos del siglo se presentan ante los grandes de la tierra para com- placerles en todo, la pureza con que has de recibir 4 tu rey amoroso, y la reverencia con que debes visitarlo cada dia. ;Ah! ;Ser4 mucho que le des tu corazon, tus deseos, tu alma, y todo tu compuesto, cuando él ha hecho primero contigo todo eso? O rey mio, y Sefior mio, no solo os quiero dar cuanto ten- go, Sino aun mi propia vida quisiera sacrificaros, y ofrécerosla para reparar las injurias que os he hecho, y las que os hacen cada dia los pecadores en ese tro- no de amor, donde residis sin gloria aparente. Dad- me, Seiior, la gracia para demostrar en mis obras, que vos sois mi rey, 4 quien quiero servir y amar,

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