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: ; 5 | a i nigno, y las palabras. paternales, que oyen salir de los labios del monarea, son para ellos como la luz de la aurora que fuga las tinieblas y reanima la naturaleza. Pero, ;qué vale lo que hacen los reyes de la tierra comparados con la bondad del rey del cielo? No solo encubre este los resplandores de su divinidad bajo el velo de la humanidad, sino la mis- ma humanidad bajo las especies de pan, haciendo esto no solo para que hablemos con él, sino para que nos sentemos junto 4 él y estemos en su trono, y - nos volyamos una sola cosa con él. Mira por tanto, alma cristiana, lo que es tu rey, y el estado 4 que se roluce por tu amor; tu rey no solo es tu Seiior, sino tu hermano, tu amigo, y tu alimento. ;Puedes desear mayor felicidad y ventura en este lugar de destierro y valle de l4grimas? ;No pudieramos Ila- marlo mejor paraiso de delicias, teniendo con noso- tros 4 nuestro rey inmortal y glorioso? O dulcisimo Jesus, mihonra, mi gloria, y mis riquezas no son otras sino vivir bajo el yugo suave de vuestra ley, y serviros con fervor, y amaros sobre todas las cosas, pues vos sois mi rey y mi Dios, que enviais la salva- cion & Jacob. | grr ; ele “ PUNTO SEGUNDO. La humildad y clemencia, que el Rey de la gloria demuestra 4 cuantos quieran acercarse 4 él en la Eucaristia, deben ser para nosotros un motivo mas para que lo adoremos con suma reverencia, y lo ame- mos con todo nuestro corazon, pues esta suayidad y amabilidad del Rey pacifico dan al mismo un nuevo 2 Psam. 43. v. 5.
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